La mirada normalizada. Usos y resguardos de la imagen fotográfica como documento histórico [1]
El presente trabajo se inscribe en una investigación en la que se indaga sobre los procesos de legitimación de las escuelas normales en Argentina a finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. En el caso particular de este escrito, el objetivo se enfoca en analizar el uso de la imagen fotográfica para este propósito, retomando algunas consideraciones de la fotografía como documento histórico y los resguardos necesarios para concebirla o no como garantía de veracidad.
A su vez y como consecuencia de las mismas lecturas, se intenta trazar una línea argumentativa que vincule, aunque de manera precaria e iniciática, las ideas de “normalización” como función de la escuela pública, analizada fundamentalmente a través de sus rituales cotidianos, con cierto imaginario colectivo en torno a la educación construido a fuerza de fotografías concebidas como legítimas, que tienden a repetirse a través de los años delimitando la “norma” de lo que en ellas se presenta.
Por último, se busca indagar sobre el concepto de “iterabilidad” propuesto por Derrida que expresa la convivencia en un solo término de los procesos de repetición y de alteridad, no de manera contradictoria sino necesaria. La fotografía, como técnica de la repetición, produce miradas alternativas sobre el pasado, de ahí su constante contradicción y la necesaria vigilancia en torno a qué agencias sociales legitiman “lo verdadero” en educación.
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¿Podemos usar las fotografías como fuentes en una investigación de carácter histórico? La respuesta es positiva. Hay numerosas experiencias que demuestran su valor para reconstruir el pasado, interpretar el presente y visualizar futuros posibles. Responder ¿qué es una imagen? excede el propósitos de este trabajo, pero bien vale la pena identificar la fotografía como un fenómeno social hoy omnipresente, gracias a la proliferación de dispositivos tecnológicos, pero que en sus orígenes también supo estar atado a la comunicación mediante imágenes, con distintas finalidades: compartir la intimidad, evocar un recuerdo, la búsqueda de reconocimiento, comunicar un acontecimiento, interpelar al espectador a fuerza de ahorro de palabras, desafiando su capacidad de interpretar las simbolizaciones que se ponen en juego.
Desde que Boehm y Mitchell plantearon la emergencia del “Pictorial turn”, la “Iconósfera” (Fontcuberta, 2016, p. 9), no ha hecho más que crecer y aumentar su evidencia. La dictadura de la imagen como medio de comunicación plantea, al parecer, tanto la inutilidad de su puesta en discusión como el desafío de la gestión política de la superabundancia visual.
Ahora bien, considerando que posiblemente “moriremos mirando” sin entender qué es la fotografía (García-Alix), y dejando de lado la discusión en torno a la incorporación de fotografías a investigaciones de carácter histórico, conviene advertir sobre una serie de resguardos a considerar sin la intención de “obturar” las posibilidades que abre su lectura. Por el contrario, lo que se busca es potenciar la “abertura” de nuestra “sensibilidad” para su interpretación.
Sin la intención de establecer una lista definitiva y cerrada de recaudos, podemos mencionar los siguientes:
- Toda fotografía es siempre una imagen latente.
- Por lo general, siempre se fotografió aquello considerado bello.
- La fotografía es una técnica de lo solemne.
- La fotografía establece normas de apariencia.
- La pretensión de verdad de la fotografía ha quedado desdibujada en el contexto virtual.
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En el celebrado y siempre revisitado libro La escuela cotidiana de Elsie Rockwell, se plantea la idea de la escuela como ese lugar donde las interacciones se producen a la manera de rituales, que siempre se repiten de forma idéntica y de manera distinta al mismo tiempo. Estructuras de participación, establecidas por la normativa vigente, pero específicas de cada institución, que terminan de configurar la formación de docentes y alumnos.
El normalismo, con su énfasis en la formación de ciudadanos, apoyado en la creación de una identidad común y la adscripción a una burocracia oficial, se realizaba tanto en la enseñanza de contenidos como en las relaciones que se establecían en las escuelas. Era la manifestación de la cotidianeidad lo que sucedía en el aula, pero también toda la serie de actos, que se repetían como rituales según lo indicaba el calendario escolar.
En nuestras investigaciones, la impresión que nos llega es que priman las fotografías de eventos oficiales por sobre lo que sucedía en el aula, construyendo de manera decisiva un imaginario en torno a lo que debía ser la educación, la función de los maestros y el lugar de los alumnos, es decir que podemos ver una gran regularidad de comportamientos sociales como síntoma de la “norma”. Cabe entonces preguntarse si no ha sido también la mirada “normalizada” en torno a una idealización de la escuela y, en todo caso, qué agencias sociales permitieron esa “visión” hegemónica de la educación.
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Está claro que en la actualidad es posible fotografiar todo. El registro de las evidencias de avances, por ejemplo, permite un acercamiento más íntimo al aprendizaje, pero al igual que las fotografías de antaño, conservaran un poder evocativo que no dejará de interpelar de manera distinta a distintos interlocutores. De ahí la contradicción fundamental de la fotografía: de su repetición siempre surgirá algo nuevo. La excepción de cada retrato es el sustrato de lo nuevo. “Iteralidad” es el término que encontró Derrida (1989) para aunar esa contradicción. La excepción de cada escuela, cada alumno y cada maestro es el sacrificio que se ofrenda a la norma.
[1] Este texto corresponde a una ponencia presentada en el XI Encuentro Interdisciplinario de Ciencias Sociales y Humanas “El desafío de las desigualdades: crítica e intervención”, en el Simposio: Educación, élites y sectores populares en América Latina: métodos, archivos y fuentes organizado por el Ciffyh, FFyH, UNC en noviembre de 2022. Meses después, de forma repentina, fallece su autor. La revisión del texto para su publicación fue realizada por la Dra. Gabriela Lamelas, directora del proyecto Formación docente y educación de las infancias en la historia de la educación de Córdoba (siglo XIX y principios del XX) del cual formaba parte y en el cual desarrollaba su investigación.
Referencias
Derrida, J. (1989). “Firma, acontecimiento, contexto”. En: Márgenes de la filosofía. Madrid: Cátedra.
García-Alix, A. (2008). Moriremos mirando. Textos completos. Madrid: La Fábrica.
Fontcuberta, J. (2016). La furia de las imágenes. Notas sobre la postfotografía. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
Rockwell, E. (1995). La escuela cotidiana. México: Fondo de Cultura Económica.
Hugo Nicolás Suárez fue licenciado en Ciencias de la Educación (FFyH-UNC), profesor adscripto en el seminario taller de Práctica Docente y Residencia, integrante de los proyectos de investigación “Iniciación a la docencia. Saberes pedagógicos didácticos de egresados de los profesorados de Filosofía y de Ciencias de la Educación de la FFYH-UNC” y “Formación docente y educación de las infancias en la historia de la educación de Córdoba (siglo XIX y principios del XX)”, del Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichon. Se destacó como fotógrafo en y de la cultura cordobesa. Su obra artística fue premiada en diferentes oportunidades. Certezas y Ladrilleros son dos de sus últimos libros.